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Galpón desmantelado: los entretelones del episodio y dónde fueron a parar los objetos de su interior
Esta historia comenzó a escribirse el miércoles a la madrugada, cuando una cuadrilla de trabajadores del municipio removió el galpón ubicado en la estación Antonio Toro de Presidente Derqui que contenía una serie de objetos representativos de la historia de la localidad, lo que provocó la furia de los vecinos.
Y si bien hay varios que a esta altura de los acontecimientos buscan despegarse del episodio, ya trascendió que el lunes próximo comenzarían a tomarse los primeros testimonios en la justicia federal de San Isidro para deslindar las responsabilidades del caso. Esto, por la denuncia por robo articulada por Ferrocarriles Argentinos ya que el predio y el galpón desmantelado son propiedad de esta empresa, a la que no le hicieron llegar ni un mísero papel avisándoles, o pidiendo autorización para tal iniciativa.
Conviene aclarar aquí que el alboroto y el malestar no son tanto por la edificación en si, sino por los objetos que contenía, ya que era considerada una suerte de museo, tan protegido por las leyes nacionales como la propia estación, declarados ambos patrimonio histórico.
El desdichado evento, además de demostrar que la memoria de un pueblo importa nada, además de enfurecer a los derquinos, desnudó una serie de complejas situaciones en la delegación de la segunda localidad del distrito, jaqueados sus trabajadores por la política.
Pero volvamos a la madrugada de aquel miércoles, cuando, según los informantes, una cuadrilla al mando de Carlos Gatti (delegado a medias de Derqui), Astrid Aguilar (jefa regional de delegaciones del distrito), un señor de apellido Aranda (al que se identifica como puntero del concejal Juan Pablo Roldán) y un tal «Chiqui» (encargado de calles), ordenaron el vaciamiento del galpón y la carga de su contenido en cuatro camiones.
Después de esa tarea, al parecer, sobrevino una discusión entre Gatti (que sugería mandar todo al obrador) y Aguilar por el destino de los objetos del museo, que quedó zanjada cuando la mujer y Aranda le espetaron de mala manera un «acá se hace lo que decimos nosotros».
Y se hizo nomás. Siempre según los informantes, «el ´Chancho´ se llevó un camión a su casa, al otro se lo llevó ´Chichón´, y Aranda los otros dos, los que tenían la carga más valiosa». «Las cámaras (callejeras) los tienen registrados», aseguran antes de indicar incluso que «las campanas del ferrocarril las tiene un tal Amaya».
Al obrador de Derqui – al comedor- fue a parar una especie de escritorio antiguo, fino y muy valioso, que fue vaciado y «van a usar como un mueble cualquiera, porque ya lo llenaron de porquerías».
Por otra parte, dos días después del despojo y urgidos por lo que ya se presentía como un escándalo, los dos sindicatos que nuclean a los trabajadores de la comuna se llegaron hasta la delegación de Derqui, no sólo por lo del galpón sino también por una variada gama de maltratos a los empleados.
Al parecer, el concejal Roldán (impulsor del desmantelamiento del galpón para abrir una calle, continuación de la avenida de Mayo) aprovechó la «volada» y, como para mostrarse ajeno al episodio (por el que se pide la cabeza de los cuatro arriba mencionados), se declaró convenientemente «enfurecido» e «indignado» y redobló las presiones sobre los trabajadores. «No se sabe de qué se queja si los cuatro fueron designados por él», advierten los infidentes antes de asegurar que «lo que quiere es echar a todos los empleados viejos para que ingresen los suyos, los de La Cámpora».
«Desde que asumió esta gente que no valora un carajo, nos tenemos que comer forreadas, puteríos y presiones políticas que no corresponden», lamentó un veterano empleado de la delegación, al que ya «apretaron» para que «tenga cuidado» con lo que diga en el tribunal de San Isidro donde comparecerá como testigo. «Yo voy a decir la verdad -asegura- y que se arreglen si no saben hacer las cosas».
El malestar de los trabajadores de la delegación se justifica largamente después de lo ocurrido en el COM: «Nos echan a los de Pilar, a los que ganamos monedas, para traer a los de La Cámpora con sueldos de arriba de las 50 lucas».