Municipios

Los Tilos, tierra de nadie donde imperan los Trillo

Ubicado en La Lonja, al barrio Los Tilos se puede ingresar por la curva de San Sebastián, sobre ruta 8, para encontrarse con casitas bajas, a veces a medio terminar, con las mejores, claro, sobre el asfalto. Al fondo, en tanto, la pobreza y la miseria se enseñorean entre planes sociales y cartoneros.

Del otro lado, del de Panamericana, la fisonomía es muy otra, con construcciones que dan cuenta de un estilo de vida muy diferente… y caro.

Con el arroyo Pinazzo como una suerte de cicatriz que parte en dos al barrio, los vecinos de la zona se quejan de una abrumadora cantidad de necesidades que el municipio no parece registrar, especialmente cuando de asistir a los más vulnerables se trata.

En ese sentido, las denuncias se multiplican, y si bien los denunciantes dan su su nombre y apellido, por las características de los cuestionamientos, se impone aquí un prudente anonimato. Y ya veremos porqué.

De acuerdo a los vecinos, los dueños del barrio son los integrantes de la familia Trillo, todos empleados municipales aunque el más importante es Fernando, titular de Deportes. Del clan se dice que es bastante reacio a repartir la mercadería que la comuna destina a los más carenciados, que la acumulan en la casa de una de las hermanas, donde la descargan después de las 2 de la madrugada (*) y donde permanece hasta que Fernando resuelve entregarle «a quien le conviene», o, directamente, se vende. «Nadie te da nada», se quejan y recuerdan que cada vez que el arroyo se desborda y gana las humildes viviendas, «no te dan ni un colchón; pasan los camiones con frazadas y colchones pero si pedías, te los venden».

Al comedor comunitario lo manejan los Trillo y en un barrio «donde hay más chicos que adultos», también se retacean las cajas de mercaderías que entrega la escuela. A tal punto el predominio de esta familia en el lugar, que los vecinos no dudan en contar que «Angela, una tía de Fernando, se adueñó de varios terrenos donde hizo casas y departamentos».

Y hablando de chicos, los vecinos aseguran que «cuando hay eventos como el Día del Niño, en la casa de la hermana bajan bolsas y bolsas de juguetes, y los mejores, como las bicicletas, por ejemplo, truchan los sorteos para que siempre vayan a las manos de sus hijos o de los hijos de los que ellos quieren».

La gente refiere un sinnúmero de episodios que tienen a los Trillo como protagonistas y aseguran que se lo dijeron al intendente: «De Achával nos dijo que iba a investigar, pero hasta ahora no hizo nada». Esa inacción alienta el temor reverencial hacia esa familia, porque «si no hacés lo que te piden, o hablás, te amenazan y te patotean».

Los vecinos son conscientes que la suya «es una zona peligrosa», y explican esto en que de noche no hay iluminación «porque se robaron los cables y las lámparas», «Al jardín le robaron hasta las cámaras de seguridad», consignan antes de reclamar por la Plaza de los Niños, que «comenzaron a hacerla en 2015, pero cuando se pelearon Zúccaro y Molina por la interna, dejaron todo como está y donde los chicos no pueden jugar porque está tomada por banditas que usan el lugar para drogarse o tomar, y la limpian cada tanto». «Pero nadie actúa, ni la policía, que pasa, los ve, y nada», lamentan.

Los Tilos es territorio liberado desde todo punto de vista. Se sienten abandonados no sólo por el municipio y la policía sino por la política en general. «Acá no aparece nadie, y menos los concejales. Sólo vienen los de De Achával para que les trabajés en la campaña y gratis, porque a los que lo hicieron la vez pasada les prometieron trabajo y ni leche les dieron», aseguran antes de precisar que «tampoco podés trabajar para otro porque vienen y te amenazan con que ´acordate que sos de aquí y vivís en este barrio´».

Lo que ocurre en Los Tilos de Pilar es una situación que se repite en otros tantos, donde el negocio más rentable de los punteros -incluso más redituable que el de los empresarios que el gobierno quiere controlar- es la manipulación y venta de la mercadería destinada a la acción social. Con una ventaja adicional: no arriesgan absolutamente nada, ni capital ni sanción alguna, atendiendo a que es la manera en que la administración comunal les «paga» los votos que puedan acercar en las elecciones. Los deja operar con toda tranquilidad, no se mete en esos «negocios» y los muchachos se hacen de un patrimonio como el que nunca soñaron en una vida honesta, sin joder al prójimo (léase: vecinos).

Dato final: al momento de escribirse estas líneas, este martes al mediodía,  desde Los Tilos, alguien que de casualidad pasaba por el lugar, nos avisa que desde una Kangoo blanca del municipio se descargaba mercadería en la casa de una de las hermanas de Fernando Trillo, al frente de la plaza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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