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Maldita Sudamericana… Ah, no, cierto que ahora es AYSA

Promediaba la gestión Ducoté, cuando a la dirigencia peronista del distrito, opositora como pocas, decidió que lo mejor era reemplazar a la cuestionada Sudamericana de Aguas por AYSA, la empresa creada por el kirchnerismo allá por julio de 2012.

Empeñados en este objetivo, los caciques de las distintas localidades comenzaron una frenética carrera involucrando a los vecinos para que firmaran peticiones en ese sentido. Nadie tuvo dudas, y las colas frente a las mesitas ubicadas en las esquinas se multiplicaron, sumándose a este acto la consabida perorata sobre las ventajas y bondades del agua y las cloacas nacionales y populares.

Pero claro, nadie le decía a los firmantes la verdad: que obras de esta envergadura, para todo el distrito, requieren fortunas en materia de inversión y que lleva años concretarlas, y que los impulsores de la iniciativa, aquellos caciques, ya contaban en sus casas de los countries con estos servicios, provistos oportunamente por  Sudamericana.

Paralelamente, la administración Macri planificaba el desembarco de AySA en tierras bonaerenses en uno de los más ambiciosos planes de obra de Mauricio: la construcción de 40 kilómetros de túneles para darle cloacas a cinco millones de habitantes. De fondo, se había delineado un objetivo mucho más amplio: que el 100 por ciento de los argentinos tenga agua potable y cloacas.

Rescindido el contrato con Sudamericana en el pago chico,  Ducoté ya calculaba entre 8 o 10 años “generar la infraestructura crítica para el acceso al agua potable”, haciendo hincapié en el dato clave para el logro de aquel objetivo: el financiamiento, fundamental para encarar, por parte del Estado, una obra de esta envergadura, sobre todo en estos tiempos de crisis absoluta.

Es decir, lo que se antojaba un horizonte pletórico y eficiente de agua potable y cloacas para todos y todas se convirtió, por obra y gracia de la realidad, en una ilusión a largo (larguísimo) plazo.

Casi, como con Sudamericana, a la que desde su aparición en el distrito, se la presentó como la villana de la película, pero a la que no titubearon en utilizar no sólo para hacer política de la mala sino como una caja alternativa cada vez que algún funcionario o concejal pasaba por un mal momento económico.

La historia con esta empresa comenzó en 1992, con la firma, por parte del gobierno peronista de Pilar, de un enorme y farragoso contrato que nadie se preocupó por leer completo y en profundidad.

Si así hubiese sido, se habrían percatado de que la obligación de la concesionaria era “el mantenimiento y la administración de la red ya existente”. Es decir, la que un grupo de vecinos, ya hacía años, había conseguido para Pilar centro, y no para todo el distrito. El contrato incluía volver a poner en operatividad a la planta depuradora de la calle Champagnat, que llevaba largo rato abandonada, y algunas acciones –pocas- en algunos barrios de Derqui.

El resto de las obras en el distrito, quedaba en manos de la empresa y de los particulares deseosos de contar con ese servicio, interés que se concentró básicamente en los countries y barrios cerrados, prácticamente los únicos en condiciones de pagar por esa prestación.

Obviamente, el objetivo de la empresa, como cualquier otra, era la rentabilidad del sistema.

Hay que reiterar aquí que instalar una red de agua y cloacas demanda una inversión varias veces millonaria, y a lo que aspira un privado es al recupero de la inversión, conducta que, por el contrario, no es esperable por parte del Estado. Por eso, ninguna privatización del agua funcionó en el país. Hoy por hoy, sólo dos ciudades argentinas conservan esta modalidad y no pueden jactarse de nadar en la abundancia.

Pero el fracaso de Sudamericana en Pilar se debió no sólo a esta falta de rentabilidad que se traducía, a su vez, en un servicio deficiente, sino a su utilización por parte de la política, que no vaciló en someterla a sus peores designios. Vaya aquí una anécdota corta pero ilustrativa: en algún momento, la empresa y el municipio acordaron obra para uno de los barrios más postergados de Derqui. Se preparó el terreno, se llevaron los caños para su instalación –hasta hace poco podían verse abandonados en el lugar- y cuando ya estaba todo en condiciones para comenzar con los trabajos, el ex intendente Humberto Zúccaro se enojó con el cacique derquino José Molina, y a modo de castigo, ordenó a la empresa dejar las cosas como estaban. Y los trabajos, por supuesto, no se hicieron.

Vale aquí recordar también los afiches que rezaban “Maldita Sudamericana” y que salían a relucir cuando los concejales de ese entonces –la mayoría identificados con la izquierda, como Fabio Gómez- necesitaban unos pesos. Comenzaban una furiosa campaña contra la prestataria (impresión y pegatina de afiches incluido), y unos días –cuando no unas horas- bastaban para que se olvidaran de lo perverso de Sudamericana que, claramente, tampoco era una carmelita descalza.

Ahora, con AYSA ya en el distrito, lo que se multiplica son los reclamos que nadie escucha ni se hace cargo; Malenita Galmarini está muy lejos de Pilar (con Sudamericana, los quejosos no vacilaban en llamar a cualquier hora al propio presidente de la empresa para plantear sus inconvenientes) , y los que fogonearon su desembarco no dan la cara, como el concejal Juan Pablo Roldán, el gran instalador de las mesitas esquineras.

Conclusión: Es cierto que Sudamericana era, a todas luces, inviable. A tal punto, que quizás hasta la misma empresa festejó la recisión del contrato, ya que además de cobrar lo que se establecía por la baja unilateral antes del plazo estipulado, se sacó un problema de encima. También es cierto que más temprano que tarde el Estado debía hacerse cargo del servicio, pero no al costo de convertirlo en una apetecible caja para los amigos.

Porque AYSA fue uno de los cheques con que se pagaron los aportes electorales y políticos del Frente Renovador en las elecciones que consagraron a Fernández-Fernández, permitiendo a este aliado no sólo recaudar sino también designar parientes, afiliados y simpatizantes, que hasta carecen de la preparación técnica necesaria para encarar una tarea mínima como la de proveer agua a los usuarios.

De hecho, AYSA Pilar, conserva prácticamente en su totalidad, el escaso plantel técnico que supo desempeñarse en Sudamericana. Los demás, todos nuevos.

(A.S:)

 

 

 

One Comment

  1. Al menos, Sudamericana debía hacer un informe trimestral para control del HCD.
    Dudo de la cantidad de concejales que supieran del tema. menos que reclamaran los informes.
    Al menos deberian permitir que la gente vuelva a poner el bombeador.
    Lamentable.

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