Nación

El consumo de carne cayó por sexto año consecutivo

Millones de argentinos ven vedado su acceso a la carne, que no ceja en su astronómica subida de precios. Las cifras hablan por sí solas: el consumo de carne vacuna retrocedió en 2020 por sexto año consecutivo, situándose en los valores más bajos del último siglo. Las cifras fueron ratificadas por un estudio de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (CICCRA), mostrando que en el último año, el consumo por habitante promedió 49,7 kilogramos, el guarismo más bajo de las últimas diez décadas.

El titular de esa entidad, Miguel Schiariti, aseguró que “ni siquiera en la crisis del 2000 hubo un consumo tan bajo”, y vaticinó que “en los próximos 20 años terminará ubicándose en los 35 kilos per cápita”, con la exportación llevándose el 50% de la producción.

Claro que queda por dilucidar cuál es el motivo real de esta merma. Y aquí no alcanza el argumento del cambio de hábitos (una porción de la sociedad busca alternativas en productos como las frutas, las verduras o las legumbres) o la diversificación hacia cortes de cerdo, más accesibles que los vacunos.

El motivo, según la percepción de la sociedad, es el incremento acelerado en el precio de la carne bovina, que tuvo un impresionante salto en diciembre y enero. Todo, a pesar de que, a comparación de 2019, el stock ganadero en el país y en la provincia de Buenos Aires tuvo una leve subida. Ergo, no sirve la explicación de que los precios se incrementan por una baja en la cantidad de cabezas de ganado. Desde las entidades que nuclean a los propietarios de carnicerías admiten, a modo de botón que confirma la muestra, que el kilo de asado aumentó más del 90% en los últimos doce meses, ubicándose por encima de los 600 pesos.

La carne vacuna subió, sólo en diciembre, 19,9 por ciento, y 74 por ciento durante 2020, el doble que la inflación. De acuerdo con datos del Ministerio de Desarrollo Agrario bonaerense, la producción de carne vacuna alcanzó el año pasado las 2.854 toneladas, un 1,5% más que en 2019. A su vez, el consumo cayó un 2,5% respecto del año anterior, y las exportaciones crecieron un 9,4% interanual, situándose en 827 mil toneladas.

Otros encuentran la explicación en el aumento del maíz a precios internacionales, que se sumaría al incremento de otros insumos que inciden en el proceso de cría del ganado vacuno. Entre ellos, el del transporte (concretamente, el valor del gasoil), o de los impuestos, una carga que es motivo de queja permanente en el sector rural.

Un nuevo intento de explicación es expuesto por productores ganaderos y algunos economistas: los salarios no alcanzan. De hecho, en los últimos tiempos se han escuchado voces que señalaban que el precio de la carne está en los valores que debe estar, acompañando la suba de los costos, el dólar, la inflación y los insumos. “No es que la carne esté demasiado cara, es que los sueldos se quedaron muy atrás”, se escucha repetir con insistencia.

En el “país de las vacas”, en el otrora “granero del mundo”, se consume menos carne pero se produce más, con la mira en el mercado externo, otra de las explicaciones esgrimidas. En 2015 se exportaron 180.000 toneladas de carne y se produjeron 2,7 millones de toneladas, mientras que en 2019 se exportaron 830.000 toneladas, más de cuatro veces que cuatro años atrás, y se produjeron 3,15 millones de toneladas.

Buscando frenar el alza en los precios de la carne, el Gobierno nacional implementó un programa para comenzar a ofrecer 10 cortes a precio rebajado, en unos 1.600 puntos de venta de todo el país. En los supermercados estarán disponible los fines de semana y los miércoles de las primeras tres semanas de cada mes, mientras que en el Mercado Central estarán disponibles todos los días.

Sin embargo, economistas y sectores vinculados al negocio de la carne sostienen que la medida, a pesar de las buenas intenciones (contempla rebajas de hasta el 30% en cortes de mayor demanda), es absolutamente insuficiente, tanto por la cantidad ofrecida como por las escasas bocas de expendio. De hecho, hasta el momento no se conseguirán dichas ofertas en carnicerías de barrio.

Sin un techo de crecimiento a la vista (aunque algunos auguran que se detendrá hasta marzo o abril), el precio de la carne vacuna continúa siendo un dolor de cabeza para millones de argentinos. Por el momento, el asado de cada domingo, o la fácil solución de “tirar un churrasco en la plancha”, se han convertido en un acto de fe. Y parece que nadie puede ponerle el cascabel al gato. O al bife.

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