Columnistas

Aunque tenga que colgarlos a todos

Por Gastón Bivort (*)

“No son ni buenos ni malos, son incorregibles”, dijo alguna vez de los peronistas el gran Jorge Luis Borges, de quién ya conocemos su aversión a nuestro populismo vernáculo nacido del golpe militar de 1943. Lo decía, entre otras razones, por tratarse de un movimiento que recurre una y otra vez a la nostalgia de un pasado que ya no existe. También, por empecinarse en repetir recetas probadamente ineficaces que fracasaron una y otra vez.

Hace unos días, la apelación a la nostalgia se utilizó una vez más como recurso para mantener viva la mística de la lealtad que el “pueblo” ofrendó a Perón un 17 de octubre de 1945. No obstante, el mayor problema que presentó este nuevo recordatorio de la génesis peronista, fue la dificultad para establecer con claridad hacia quién se replicaba esa lealtad que en su oportunidad fuera prometida a Perón. El peronismo está viviendo una crisis de liderazgo que es un verdadero problema para un partido que se asume verticalista y donde hay lugar para un solo dueño.

Hubo tres actos distintos, con connotaciones diametralmente opuestas y con oradores como Hebe de Bonafini o el ex convicto Amado Boudou que ametrallaron verbalmente a Alberto Fernández y a los “gordos” de la CGT. Además, condenaron cualquier acuerdo con el FMI; mientras tanto, Guzmán y Manzur se entrevistaban en New York con los popes de este organismo financiero para convencerlos de la voluntad de pago de la Argentina.

La vergüenza y la barbarie se hicieron presentes en el acto kirchnerista del domingo 17. Hordas de desaforados, entre ellos varios funcionarios, entraron a la Plaza de Mayo insultando a la madre de Macri en el día de la Madre. Se lo vio a Insaurralde y también a nuestro intendente De Achával, que viene de una familia con pasado nacional y popular de hace apenas 5 minutos. Recomiendo ver la escena de la película “Eva Perón”, que protagoniza Esther Goris, donde Eva descalifica a las mujeres que formaban parte de la Sociedad de Beneficencia entre las que se encontraba la señora De Achával, antepasado de Federico. Las trató de oligarcas que olían a bosta de vaca y les pidió que volvieran a sus campos, que los pobres no las necesitaban más porque ahora la tenían a ella…

Pero lo más denigrante que ocurrió fue la profanación del lugar sagrado donde miles de piedras conforman el memorial de los fallecidos por covid. Muchos de ellos muertos por la desidia oficial en la compra de vacunas y otros quizás porque no contaron con el privilegio de “saltarse la fila” asistiendo a un vacunatorio VIP. Sabemos que el kirchnerismo comulga con la idea de apropiarse de lo privado, ahora también creen que ciertos espacios públicos, como la Plaza de Mayo, les pertenece. Pensar que la máxima trasgresión que cometieron los manifestantes del 17 de octubre del 45 fue mojarse los pies en las fuentes…

Cristina Fernández tuvo también su propio acto del 17 de octubre, pero eligió hacerlo el día 16, utilizando como marco el encuentro Nacional de Jóvenes de La Cámpora. Aprovechó para darles una clase magistral de peronismo, hablando de las bondades de las ya vetustas recetas de la tercera posición y de la armonía entre el capital y el trabajo vigilada por el Estado, sin explicarles nada sobre el gobierno de Cámpora y de cómo terminó su relación con Perón. Concluyó con una interpelación a la audiencia que debe haber dejado más tranquilos a los peronistas que peinan canas: “Me parecía importante que cada uno de ustedes que vaya mañana a la Plaza de Mayo sepa por qué y a qué va”. Y sí…

Sí dos actos eran poco, faltaba un tercero, el de los “gordos” y millonarios sindicalistas de la CGT, organizado el lunes 18. Allí también quedó en evidencia que la lealtad era hacia ellos mismos y hacia sus privilegios, pero no hacia el gobierno de Alberto y Cristina, al que le pidieron “señales claras para salir de la crisis”. Alberto, que no estuvo presente en ninguno de los actos, “cobró” por las dos ventanillas: le pegaron por izquierda y por derecha. Era el “Frente de todos contra todos” celebrando el día de la lealtad. ¿A quién?…

El otro elemento que prueba la tesis borgiana, consiste en la utilización, una y otra vez, de las mismas recetas del pasado, así hayan fracasado una y mil veces. El “empecinamiento terapéutico” que conduce siempre al mismo fracaso, tiene el sello peronista.

Durante el breve gobierno de Cámpora, quién llegó al gobierno como vicario de Perón (igual que Alberto de Cristina) hasta que Perón se cansó de él y le soltó la mano (igual que Cristina con Alberto), se implementó el denominado “Pacto social”, ideado y ejecutado por el ministro Gelbard y prohijado por el propio Perón, con el objetivo de frenar una inflación que para entonces promediaba el 50% anual (igual que ahora).

El plan, que en teoría consistía en un acuerdo entre sindicatos y empresarios pero que en la práctica era una lisa y llana política de control de precios, bajó la inflación hacia fines de 1973 a un presentable 17% anual. Pero resultó un éxito efímero y sin sustento. El plan comenzó a desgastarse como consecuencia de la inestabilidad política que se incrementó tras la muerte de Perón (inestabilidad política que probablemente se replique frente a la hipótesis de una derrota electoral en noviembre) y como consecuencia del contexto internacional adverso producto de la crisis del petróleo que triplicó los precios de la energía (situación que hoy también podemos observar a nivel global).

El gobierno de Isabel intentó sostener el control de precios pero fue como querer tapar el sol con las manos. Frente a la imposibilidad de actualizar los precios, empezaron a escasear los productos en los comercios y prosperó el mercado negro. Se acusó, como siempre, a los empresarios y a los comerciantes, a quienes se tildó de ladrones y especuladores, y se les aplicó la “Ley de abastecimiento” que habilitaba a clausurar comercios y procesar a sus propietarios. La misma ley que amenaza con desempolvar el nuevo secretario de comercio Feletti.

El rotundo fracaso del Pacto social quedó en evidencia, cuando el ministro Rodrigo, el reemplazante de Gelbard, debió sincerar las variables económicas provocando una devaluación y un aumento de precios y tarifas de servicios públicos que superó el 100%. Fue el tristemente recordado “Rodrigazo” que llevó la inflación al 185% anual en 1975. Es probable que Feletti sea el Gelbard de esta nueva historia de control de precios; restaría saber quién será el Celestino Rodrigo.

Ya en 1952 Perón había intentado sin éxito bajar la inflación controlando los precios mediante el apriete. En un discurso en Plaza de mayo, lugar emblemático de la liturgia peronista, Perón aseguraba: “El gobierno está decidido a hacer cumplir los precios a los empresarios y comerciantes, aunque tenga que colgarlos a todos”.

Dice el refrán popular, que nadie tropieza dos veces con la misma piedra. Sin embargo el peronismo ha decidido a redoblar la apuesta. Está empecinado en volver a tropezar.

(*) Profesor de Historia, vecino de Pilar

 

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