Columnistas

Las tres contradicciones de Milei cuando ataca al periodismo

Por Christian Sanz (*)

Primero, hay que decir que de libertario no tiene nada el gobierno de Javier Milei. El hecho de querer recortar la libertad de expresión lo deja bien claro. Va en contra del ideario liberal, amén de que aquel es un derecho garantizado en los artículos 14 y 32 de la Constitución Nacional.

Segundo, que el pedido lo haga el mismo gobierno que no ha dicho una sola palabra sobre las trapisondas de Sergio Massa, que llegan a involucrar el grave delito del narcotráfico, es irrisorio. ¿Qué puede decir aquel que quiso meter “de prepo” a un corrupto como Ariel Lijo en la Corte? ¿O que está enchastrado con un escándalo como $Libra?

Tercero, no es nada original lo que impulsa Milei: al menos desde la última dictadura militar se ha intentado todo para cercenar el trabajo de la prensa. Se ha encarcelado periodistas, se los ha amenazado e incluso se los “desapareció”. Y solo se logró que tomaran más coraje e impulso para hacer mejor su labor.

Esta ocasión no será diferente: Milei pasará, con más pena que gloria, y los cronistas seguiremos haciendo nuestro trabajo como siempre. Mal que le pese al mandatario.

Dicho sea de paso, ¿qué le molesta al presidente de los periodistas? ¿Por qué siempre se sulfura cuando lo agarran en “off side”?

Y en tren de preguntas incómodas: ¿Por qué los “ensobrados” son solamente los críticos y jamás los propios? ¿No es rara la concepción de su valoración?

A esta altura, Milei debería reparar en lo obvio: los hombres de prensa no manejamos la cosa pública, por eso no estamos bajo el escrutinio de la sociedad. Él y su gente sí manejan la poderosa caja del Estado, que se nutre de los impuestos de todos los ciudadanos.

Lo hace a discreción, abusando de los recursos para sus planes personales, a través de los fondos reservados de la SIDE, la cual maneja miles de millones de pesos sin control alguno.

De allí sale la plata con la cual se paga a prepotentes tuiteros que generan una creciente ola de violencia innecesaria. Todo ello terminará muy mal. Más temprano que tarde.

La furibunda movida tuitera sirve para desviar la atención respecto de tópicos que complican al gobierno. Desde la red social X instalan temas triviales, incluso anacrónicos, para que sólo se hable de ello. Y nunca de lo importante.

Pero ello viene en declive. Diversos estudios en redes demuestran que los libertarios vienen perdiendo la batalla tuitera. A su vez, el ataque de Milei a los periodistas ha encolumnado a los hombres de prensa en una unidad pocas veces vista, incluso entre aquellos que se encontraban en veredas ideológicas opuestas.

Ello sin mencionar que el hoy jefe de Estado hace menos de 10 años rogaba a los cronistas que lo entrevistaran para hacerse conocido. A quien escribe estas líneas se lo pidió al menos en 3 oportunidades, entre 2016 y 2017. ¿No eramos “ensobrados” en esos días los colegas?

La hipocresía de Milei no tiene límites. Pero no debería sorprender, ya que los políticos suelen estar nutridos por la misma argamasa. Todos.

Como sea, reinterpretando a Enrique Pinti bien podría decirse que “los políticos pasan y los periodistas quedan”.

 

(*) Periodista de investigación, director del portal Tribuna de Periodistas

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