Columnistas

Ellos no aprenden, alguien gatilla el adoctrinamiento

Por Gastón Bivort (*)

En tiempos donde las autoridades educativas de la provincia de Buenos aires (y de todo el país) debieran hacer foco en la búsqueda de estrategias que permitan revertir los paupérrimos resultados que arrojaron las últimas pruebas Aprender, las escuelas bonaerenses acaban de recibir un nuevo cuadernillo para que los docentes instruyan a sus alumnos acerca de la interpretación que debe hacerse del confuso y repudiable episodio ocurrido en Juncal y Uruguay la noche del 1 de septiembre último.

A partir de una viñeta del humorista gráfico Miguel Rep, de reconocida simpatía por el kirchnerismo, acompañada por la leyenda “Yo odio, tu odias, el odia, nosotros odiamos, vosotros odiáis, el gatilla”, el gobierno de Axel Kicillof pretende, subestimando la inteligencia de alumnos, padres y docentes, bajar línea sobre cómo debe leerse lo ocurrido aquella noche. Por eso no es casual que, entre las preguntas del cuadernillo que los alumnos deben contestar, aparezca una que interroga acerca de la influencia de los medios de comunicación sobre los “mensajes de odio”.

Pocas horas después del atentado y cuando aún no se sabía nada de sus autores ni de sus posibles conexiones, ya estaba clara la estrategia del kirchnerismo para sacarle rédito político al asunto. Quedó evidenciada en el discurso del presidente Fernández cuando esa misma noche afirmó que “…la convivencia democrática se ha quebrado por el discurso del odio que se ha esparcido desde diferentes espacios políticos, judiciales y mediáticos de la sociedad argentina”. Cualquier similitud con el cuadernillo de Sileoni no es pura coincidencia.

Tras cartón se decretó un insólito feriado nacional y una convocatoria partidaria a plaza de Mayo; a partir de ese momento se puso en marcha el mecanismo de la victimización, que tan bien aceitado tiene el peronismo. Aparecieron posteriormente propuestas para sancionar en el congreso una ley que penalice el odio y hasta hubo una misa en Luján para pedir por Cristina. ¿Adivinen quiénes creen ser los dueños del “odiómetro”? ¿Cómo lo usarían si una ley los confirmara como propietarios? En Venezuela podríamos encontrar alguna pista…

Más allá de sus deseos, el descreimiento de una parte importante de la sociedad y los resultados obtenidos hasta el momento por la justicia, no fueron funcionales a la estrategia; lo que pudo ser una tragedia y gracias a Dios no lo fue, se transformó en una comedia, a juzgar por las investigaciones judiciales que encuentran responsables del hecho a dos personas delirantes que integraban una “banda” de vendedores de algodón de azúcar. El kirchnerismo esperaba, y aún espera, que la “banda de los copitos” tenga algún tipo de vinculación con algún medio no oficialista o con algún político opositor para que el relato escape de una versión tan bizarra.

Este cuadernillo “adoctrinador” para las escuelas de la provincia de Buenos Aires no es el primero; a esta altura ya hubo varios de ese tenor sobre diversas cuestiones. Los cuadernillos de Kicillof ya han instruido a los docentes bonaerenses para ser “bien pensantes” en materia de sexualidad, género, lenguaje inclusivo y, sobre todo, en lo que respecta a la historia argentina reciente: el principal caballito de batalla desde donde se sostiene el relato K. Los manuales o cuadernillos enviados a las escuelas, por dar un ejemplo, propenden a romantizar el accionar de las organizaciones armadas de los 70, mostrando una única y maniquea versión del pasado.

Algunos docentes acatan sin chistar la bajada de línea oficial y la vuelcan sin tamiz alguno sobre el alumnado (recordar el emblemático ejemplo de la profesora de La Matanza); otros, los menos, intentan hablar de esos temas desde una perspectiva más amplia promoviendo el juicio crítico de los alumnos.

Sin embargo, sea para adoctrinar o para fomentar el libre pensamiento, todos los docentes chocan con el mismo obstáculo: el 43% de los alumnos que terminan 6to grado en la provincia de Buenos Aires tienen un nivel de lectura básico o por debajo del básico. Estamos ante un gran problema (o solución si lo vemos desde una perspectiva populista), ya que es posible adoctrinar a partir de dos o tres consignas que se repiten todo el tiempo, pero nunca se puede formar el juicio crítico si los alumnos no saben leer ni interpretar un texto.Un alumno que no aprendió a leer y escribir correctamente en 2do grado o 3er grado ya tiene una enorme desventaja en relación al resto, convirtiéndolo en blanco fácil del adoctrinamiento.

Nada en especial se está haciendo para revertir los datos de la última evaluación. No hay una estrategia definida frente al diagnóstico y si la hay, no sería la adecuada. Por estos días se está decidiendo, en las oficinas de la Dirección de cultura y educación bonaerense conducida por Sileoni, terminar para siempre con el régimen de inasistencias, con la repitencia y con la nota numérica. Este es el tercer año donde la nota numérica dejó de utilizarse en el nivel secundario, siendo reemplazada por siglas que equivalen a aprobado o desaprobado; lo que empezó siendo provisorio a raíz de la pandemia parece que llegó para quedarse. Asimismo, desde hace ya un tiempo, se eliminaron las amonestaciones por cuestiones disciplinarias bajo el argumento de que no se debe estigmatizar al alumno. De algún modo, todo esto había sido anticipado por el presidente cuando en 2020 aseguró lo que todo el kirchnerismo cree y una gran parte de la sociedad se niega a aceptar: que el mérito no cuenta.

Una de las características que distinguió históricamente al peronismo es su pulsión por apropiarse de aquello que es de todos. Y no me estoy refiriendo solo a lo material, que encuadraría perfectamente dentro de esta lógica, sino a la cooptación de instituciones que fueron perdiendo prestigio y reconocimiento social a medida que la vinculación con el kirchnerismo se fue haciendo más ostensible.

Fueron por los organismos de derechos humanos y convirtieron a sus integrantes en militantes de una facción política. El pañuelo blanco de las Madres dejó de ser de todos para convertirse en un símbolo partidario.

Fueron por la Iglesia Católica y a juzgar por la benevolencia con la que el Papa y muchos miembros del Episcopado argentino miran lo actuado por el gobierno, lo consiguieron. El sábado pasado lograron convertir la Basílica de Luján, un símbolo de todos, en una unidad básica.

Y desde hace ya un tiempo van por las escuelas, último resabio de la Argentina meritocrática, para convertirlas en centros de aculturación ideológica en desmedro de su función primordial de educar.

Parafraseando la leyenda que acompaña la viñeta de Rep, podríamos decir: “Yo no aprendo, tú no aprendes, el no aprende, nosotros no aprendemos, vosotros no aprendéis, alguien gatilla el adoctrinamiento”.

 

(*) Profesor de Historia, Magister en dirección de instituciones educativas, Universidad Austral, vecino de Pilar

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