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A dos años de la muerte de Katerina, avanza la causa por mala praxis contra la Fátima

Este lunes se cumplieron dos años de la muerte de Katerina Azor, una adolescente de 19 años víctima de una mala práctica médica en la clínica Fátima de Pilar.

El hecho ocurrió después de una semana de internación en ese centro de salud, donde llegó con fuertes dolores de estómago, fiebre y vómitos, y aunque fue sometida a una apendicectomía laparoscópica, que nunca se comunicó a la familia, su salud fue agravándose hasta que falleció. La falta de precisiones por parte del equipo médico respecto a los procedimientos que se le practicaron y la falta de respuestas concretas y verosímiles sobre la causa del deceso de la joven, desembocó en una denuncia penal que hoy sigue su curso y que en breve podría arrojar varias definiciones que colocarían a la clínica en un lugar no muy favorecido.

Incluso se habría frustrado ciertas maniobras tendientes a cambiar la titularidad del centro de salud, como una forma de liberar a los dueños y directivos del problema.

Lo cierto es que a dos años del trance más doloroso que una persona pueda atravesar, la madre de Katerina, Roxana Dángelo, sigue batallando en todos los foros posibles en procura de hacer justicia por su hija. Y una de las maneras que encontró, para honrar su memoria, fue, además de continuar la cuestión judicial, sumarse a Pensar Pilar-para una democracia con valores y constituirse en una suerte de «defensora del paciente y familiares», siempre atenta a asistir a quienes sufran episodios parecidos en el ámbito público como en el privado.

En sus redes, Roxana siempre está dispuesta a escuchar y ayudar a quienes se lo requieran, en la certeza de que «así lo hubiera querido mi hija».

Quién era Katerina

Aún a pesar de la brevedad de su tiempo, Katerina dejó un recuerdo imborrable, no sólo en su familia sino en todos quienes la conocieron y que, este lunes se reunieron e su tumba para cubrirla de flores y recordarla en el segundo aniversario de su muerte.

Gran lectora, quería ingresar a Gendarmería y planeaba casarse con su novio que conocía desde cuarto grado de primaria, y que aún hoy, en sus redes, se define «viudo» y le escribe largos textos que trasuntan su enorme tristeza, y en los que recuerda sus mejores momentos juntos y le promete que «jamás te olvidaré».

Era flaquita, a veces usaba esmalte negro en las uñas y siempre flequillo, y tenía una vida ordenada y sana, sin cigarrillos, sin alcohol, ni nada. Amaba a su familia, a su novio, a los libros y a los animales. Era, como la define su mamá, «una nena grande».

 

 

 

 

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